Perú, segunda parada: Desierto y Amazonas
De Chile volví a entrar a Perú para llegar a la ciudad blanca, a Arequipa. Pasé un par de días en esta maravillosa con más encanto del que parece. La plaza de armas es amplia, llena de comercios, palmeras y tiene una catedral blanca como la nieve. Las calles aledañas son peatonales así que pasear, por mucha gente que haya, es mas relajado que las ciudades de por aquí y su tráfico caótico.
Cerca de la plaza se encuentra El Monasterio Santa Catalina, una ciudad dentro de la ciudad que merece la pena visitar; sus estrechas calles rojas y azules te llevan por un laberinto que al atardecer se queda de un color arcilloso precioso.
Del Monasterio bajando un poco se cruza el puente sobre el río desde donde hay una vista preciosa del parque con el volcán de fondo. Desde ahí se sube al mirador de Yanahuara, desde donde ver la ciudad a través de sus ruinas de piedra.
Para comer en Arequipa hay que ir al mercado de San Camilo, el mercado que lo tiene todo todito y donde me pusieron un ceviche del tamaño del Mediterraneo (el ceviche peruano es riquísimo y bien barato).
De Arequipa tomé un bus nocturno a Ica, donde se encuentra el famoso Oasis de Huacachina...una laguna encantada en mitad del desierto que nunca se seca gracias al hechizo de la sirena que habita en sus profundidades (?).
En las enormes dunas que la rodean se situan los Boogies esperando a los turistas. Los boogies son coches estilo Madmax capaces de resistir todo...el "paseo" dura 2 horas y los pilotos se encargan de convertir las dunas en una montaña rusa que saca los gritos de cualquiera...es un deporte de aventura pero es algo increíble recorrer las dunas del desierto de esa manera. Al final del tour te dejan hacer Sandboarding (tirarte por las dunas con una tabla de snow bastante casera). Tras eso ves el atardecer en el desierto y vuelta a la laguna (todo por menos de 10€).
Al día siguiente agarré un bus de vuelta a Lima, capital del reino, donde me quedé en el hostel Zig Zg,donde ya había estado hace un mes. Ahí me encontré a mi amiga chilena Dani por casualidad (por tercera vez) haciendo un voluntariado.
A la mañana siguiente fui a Isla Palomino, donde hay una colonia de 6.000 leones marinos muy ruidosos y amigables. Al llegar nos tiramos al agua a nadar con ellos. Son muy curiosos, te tocan por debajo, saltan en tu cara, dan una palmada y se esconden, se te quedan mirando como suricatos e incluso un compi se llevo una colleja de esas que pican...la verdad que fue una experiencia top y lo mejor es que están en libertad en sus rocas y ves los más grandes, los bebes y demás en su hábitat natural.
De Lima tome un vuelo a Iquitos para adentrarme en el Amazonas.
Iquitos es una ciudad tan en mitad de la nada que sólo se puede llegar en avión o tres días en barco desde Pucallpa o Leticia, y como a mí quedaba poco tiempo tuve que volar.
Al llegar paseé por la ciudad, por la Plaza de Armas y desayuné algo. El ambiente de la ciudad me encanta; Ese caos de un tráfico donde todo vale, todo son motos y tuk tuk (mototaxis acá), ese calor tropical, frutas de todo tipo... todo me estaba encantando, pero cuando llegué al río ya me quedé enamorado. La jungla y el agua se alternan creando un paisaje precioso y enorme que no acaba en el horizonte. Nunca había estado en el puro Amazonas, y la diferencia con otras jungla es tremenda, aquí te sientes enano de verdad...y eso solo observando desde lo lejos, cuando te adentras en la jungla pura y dura ya ni te cuento.
Por la tarde fui a dar una sorpresa a mi vecina Belén, que llegó hace unos días para hacer un voluntariado con una ONG (ella es una doctora muy concienciada con el mundo, no te vayas a creer...). Pero para llegar a su pueblito (en el culo del mundo) tuve que coger dos tuk tuk. Hasta ahí todo bien, el problema es que no se cuantos habitantes tendrá la aldea, pero cuando me quise volver ya no había ni un tuk tuk, así que fui a preguntar a unos chicos que se estaban tomando una cerveza cómo podía hacer para volver y al ver que me había quedado un poco tirado, uno se ofreció a llevarme (cuando acabara la cerveza).
El problema es que esa cerveza se alargó, y salió otra cerveza, y empezamos a compartir, y sacaron otra, y otra, y otra y... nos dieron las mil que yo ya dudaba si me iba a volver o ya se habían olvidado. Por suerte al final el chico me acercó al aeropuerto gratis (se portaron de 10 la verdad) y de ahí ya pude coger un tuk tuk al centro. Una aventurilla.
Por la mañana nos fuimos a pasar tres días en la selva amazónica un finlandés, un canadiense, otro español, nuestro guía Raúl y yo. El bote te mete por el río Amazonas unas dos horas hasta llegar a las cabañas que tienen listas para nosotros. A medida que avanzas los pueblos se van haciendo más pequeños y básicos hasta un punto en el que ya sólo ves pescadores en canoas pescando, pero aunque fuera en mitad de la nada nuestras cabañas estaban de P.M, todo hay que decirlo.
Nada más llegar comimos algo y Raúl nos dio unas botas que llegan hasta la rodilla y nos dijo: "Vamos a dar un paseo por la jungla". Y nosotros en plan: "Venga, alegría". Nos dieron unas botas y al principio del camino estábamos disfrutando como enanos, estábamos en la selva amazónica! Vimos monos ardilla, plantas raras...pero a medida que empezamos a adentrarnos todo se fue complicando. Raúl dijo que íbamos a intentar buscar una Anaconda, así que si notábamos algo en nuestros pies que le avisáramos. El camino cada vez era más embarrado, y cuando el agua sobrepasa tu primera bota ya empiezas a entender de que va la vaina. Cada paso es más profundo hasta que estás con el agua a la cintura y con las piernas atascadas en el barro. Te agarras a una rama para intentar salir y pincha, te agarras a la de al lado y tiene hormigas asesinas (estas hormigas eran rojas y rapidísimas; si tocabas su árbol se te subían y mordían de la forma mas hijadeputa que hay...el dolor dura como un minuto, la sensación es como una ortiga gigante). Ahí nos dimos cuenta que estábamos en esa parte de la selva donde todo te quiere joder y comerte vivo. Y avanzas, y avanzas y se hace eterno, cada paso es una odisea de dolores, picaduras...y de repente Raúl dice: "pues no hay suerte hoy", y a deshacer el camino de vuelta.
A la vuelta nos enseñó un árbol donde había Bullet Ant (Hormigas bala), las hermanas mayores de las de antes, diez veces más grandes y más dolorosas. Una picadura se siente como si tu hubieran metido una bala (de ahí el nombre) y dura 24h.
Tuvimos la suerte de encontrar una serpiente Coral también, negra y roja, preciosa, y muy venenosa... pero es algo increíble de ver en su hábitat natural deslizándose y desapareciendo en la jungla.
Al llegar al Lodge hablando todo nos reíamos y hablábamos de cómo siempre contaríamos esto como una aventura, pero la verdad es que las habíamos pasado bien putas y nos dolía todo.
Por la tarde fuimos a una zona más ancha del amazonas en busca de delfines rosados. Llegamos a una zona del río y Raúl dice: "Venga, al agua y a hacer mucho ruido que si no no vienen".
Todos nos reímos, obviamente. Pero no, no era broma. En mi vida hubiera pensado en tirarme a nadar en medio del amazonas, el río más grande y posiblemente peligroso del mundo. El canadiense y el otro español se tiraron primero, y delfines comenzaron a aparecer, pero eran delfines más grandes de los que yo había visto en mi vida, delfín- ballena les diría yo. Se acercaban a saludarles mientras el finlandés y yo hacíamos fotos. Cuando se cansaron se subieron al bote y a los 5 mins Raúl dijo venga al agua otra vez, y ahí ya mi orgullo y mi arrepentimiento futuro pesaron mucho y me tiré sin pensármelo dos veces (es verdad que ver que el canadiense y el español seguían vivos ayudó bastante). Cuando más chapoteábamos y más ruido hacíamos en el agua más se acercaban, fue una experiencia de las que te impresiona.
Después volvimos al Lodge a cenar y por la noche salimos con el bote a buscar al Caimán. Con las linternas íbamos buscando ojitos brillantes en la oscuridad, y lo primero que encontramos fue una boa pequeñita. Raúl corto la rama y nos la fue pasando, y cuando... ya habíamos acabado de observarla nos hizo guardarla junto a nosotros, lo que hizo que hiciéramos nuestro paseo nocturno bastante acojonaos.
Lo siguiente que vimos fueron dos ojitos en los juncos. Apagamos las luces y nos acercamos lentamente hasta que Raúl alargó el brazo y sacó del agua un Caimán muy jovencito para que pudiéramos verlo. Nos explicó alguna cosa, y se lo presentó a la serpiente, pero no se gustaron demasiado. Luego lo fuimos cogiendo cada uno de nosotros y por último yo lo devolví al agua.
Seguimos navegando bajo las estrellas y los millones de sonidos de la noche amazónica. Durante el día se escucha mucho pájaro y sonidos distintos, pero por la noche es un verdadero circo. Todo despierta y canta.
Lo siguiente que vimos fue algo enorme moviéndose hacia los juncos; Era una enorme Capibara. Se metió entre la maleza y no pudimos verla bien, solo pudimos ver su cría... es algo raro de ver, incluso Raúl estaba supercontento.
Así que regresamos con los deberes hechos y a dormir.
A la mañana siguiente fuimos a pescar pirañas con unas cañas artesanales a base de palo, hilo y piel de pollo como cebo...la verdad que estuvo gracioso pero no pescamos nada digno que comernos luego, todo lo que salió era demasiado pequeño, lo mas interesante fue un pez gato que sacó el canadiense.
Hay tantos peces que pican al segundo uno... pero cuando levantas la caña no está el cebo, así que más que pescar yo creo que dimos de comer a las pirañas.
Después paseamos en busca de osos perezosos, pero no vimos nada. Estábamos cagados de volver a entrar en la jungla, pero gracias a dios el agua y el barro esta vez sólo llegaron hasta la espinilla, así que el paseo fue más tranquilo. Vimos una serpiente de un metro amarilla y negra preciosa y varios monos ardilla.
Por la la tarde descansamos un poco y echándonos en una hamaca vimos una Tarántula del tamaño de un rinoceronte en la mosquitera, una tranquilidad increíble saber que andaba por ahí...
A la noche salimos de expedición nocturna y lo que más encontramos fueron 3 ranas toro, la rana más grande del amazonas. También vimos las "Arañas de Harry Potter", que son llamadas así por las películas (antes eran arañas escorpión). Son las mismas pero más pequeñas, gracias a dios. Pero sí, existen, siento decírtelo Ruper Grint.
En la cena la única niña que vive aquí (Natalia) nos dijo si queríamos ver su nueva mascota. Nos llevó a su cuarto y colgando del cajón estaba descansando un bebé de oso perezoso!!! Pensábamos que era un peluche porque le tocábamos y no se movía. Natalia es la nueva Mogwli y ni ella lo sabe, pero es increíble ver el contraste de lo que es normal para nosotros y para la gente que vive tan apartada de todo. Increíble y preciosa variedad, la verdad.
A la mañana siguiente nos despertamos para ir a ver el amanecer bien prontito. Después volvimos a desayunar y fuimos a buscar los nenúfares gigantes por una zona de la selva mucho mas tropical aún. Raúl se abría paso con el machete matando hojas enormes mientras el sol calentaba todo y la lluvía caía no se de donde. Las plantas se llenaban de agua y brillaban, todo muy mágico y estilo Avatar jaja.
Llegando a los nenúfares vimos el rastro de una Anaconda de siete metros que se perdía en el agua. El rastro era increíble, ancho como la rueda de un coche.
A mediodía comimos y nos volvimos a Iquitos, nuestra aventura amazónica se había acabado.
Al día siguiente fui con el español (Pablo) al barrio de Belén a pasear por su mercado. Es el mercado más callejero que he visto en toda Sudamérica; Olores de todo tipo, carnes, frutas, pescados, ropa, gatos debajo de las mesas comiendo sobras, niños jugando...Lo más raro que vimos que vendían eran peces gato, tortugas y caimanes (sobretodo sus colas). Es un mercado increíble pero mejor no llevarse nada de valor ni ir solo.
Por la tarde me reencontré con la doctora concienciada con el mundo y encontramos el único restaurante vegano de toda la ciudad, donde comimos pizza de yuca.
A la mañana siguiente volé de nuevo a Lima, y este es el final de otra aventura preciosa en mi vida. No voy a hacer un texto eterno pero si quiero agradecer a los países en los que estado, las personas con las que he compartido todo y la vida, que me sigue tratando como a su ojito derecho (por muchos años más). Gracias, Sudamérica, Gracias.








